Tras una noche calurosa que no acalorada, a pie de cama nos esperan las camisetas como la de Juanes, negra.
Desayuno y foto de grupo.
Prestos, acudimos al punto de encuentro habitual, la zona cero de Miguelturra, el bar Zacarías. Saludamos al Dioni y familia y confraternizamos con la Sra. Estrella, sacristana de la iglesia donde se encuentra la Virgen de la Estrella, patrona de la ciudad, que nos brinda hacernos de cicerone de la parroquia.
Gran guía, entre retablo y retablo, la Sra. Estrella nos cuenta sus tiempos mozos en los cuales era muy recatada para el tema del amorío, pero que una vez se puso en faena trajo 14 hijos al mundo.
Cogemos y llenamos el autobús con dirección Ciudad Real, llegando en apenas 10 minutos.
Antes de seguir con el itinerario hay que comentar que quien visite estas tierras manchegas tiene que olvidarse de dietas, ya que son obligatorias las paradas en los bares a tomarse unas cervezas con sus tapas, para seguir en otros bares para tomarse unas cervezas con sus tapas, y seguir...............
Es como el día de la marmota pero las tapas van cambiando.
Bajamos del autobús y nos dirigimos a la gran Plaza Mayor, donde se encuentran el ayuntamiento, un monumento de Alfonso X el Sabio y un reloj de carrillón en el que aparecen Cervantes, el Quijote y Sancho Panza.
Creo que esto solamente lo vi yo, ya que toda la compañía se dirigió rápidamente a tomar posiciones en el bar el Ventero a platicar ante unas cañas y tapas.
69€ de cañas, tapas y gachas dan para mucho, por lo que yo pensaba para mis adentros " hoy ya no comeremos".
Ja, ja. Aquí no se pierde punto, vuelta al autobús y al bar Zacarías a seguir con más cañas y tapas.
Tras la azaña matutina y con el sol en todo lo alto nos refugiamos unas horas en el hotel Azañón a reposar el atracón.
Horas después decidimos ir a refrescarnos a la piscina municipal, donde se encuentra la mayor concentración de habitantes por m2 de la ciudad.
Únicas refrescantes imágenes de la jornada.
El chapuzón en la piscina nos deja como nuevos. Con las energías y calzoncillos renovados, visitamos junto con el Dioni y familia la ciudad de Almagro, conocida por su festival de teatro clásico, del cual daremos cuenta en la próxima entrega, ya que ahora es momento de detenerse nuevamente a tapear en la bella Plaza Mayor de Almagro.
Mi estómago hace horas que no para de trabajar, la digestión es continua y continuada.
Dejamos la tapas, para por supuesto ir a cenar. En la pizzería Buenos Aires ocupamos toda la planta superior de cuyas paredes nos observan Maradona, Carlos Gardel y otros ilustres argentinos.
La Grande Bouffe se queda en nada al lado de lo que allí iba a acontecer.
Ni en el bautizo de Falete se presentaron tantos platos en la mesa.
Panchitos, pizzas, baguettes, bravas, ensaladas, aros de cebolla, patés, alitas de pollo, jarras de cerveza, refrescos y tinto con sifón en tal desmesura, que las fiestas romanas de mi tocayo Julio César parecen comidas de régimen.
Momento de regalos.
En agradecimiento con los detalles hacia nosotros por parte del Dioni, por su reciente cumpleaños y antes de que por culpa de tanto comer y beber no le viniese bien, le regalamos una camisa adquirida esa misma mañana.
Al grito de que se besen, que se besen, Maica y Vicente reciben sus regalos de aniversario ante la mirada atónita de su prole.
Queda claro, en algunos sitios se perrea, aquí se tapea.
Continuará.